lunes, 15 de enero de 2018

Inés de Suárez



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Carlos I
Nos encontramos a principios del siglo XVI donde, al morir su abuelo materno, Fernando de Aragón, en 1516, Carlos de Habsburgo, que ya había heredado los territorios de Borgoña de su abuela paterna, se hizo coronar Rey de Castilla y Aragón e inició viaje a la península. El nuevo monarca no conocía el castellano y vino acompañado de consejeros flamencos que ocuparon los más importantes puestos en la Corte y la Iglesia. Supuso el inicio de una nueva dinastía en la Península: los Austrias.

Una vez coronado, Carlos I convocó Cortes para que votaran nuevos impuestos. La reacción fue inmediata en Castilla, las protestas le recordaban al rey su obligación de residir en el reino y de respetar las leyes del reino. Similares protestas surgirán en Aragón ante la demanda de nuevos impuestos. Pretendía crear un Imperio unificado en lo político y en lo religioso (Universitas Christiana). 

Felipe II fue hijo del emperador Carlos V y de Isabel de Portugal. Desde muy joven fue preparado para desempeñar su cargo de rey. Tras la abdicación de Carlos I en 1556 gobernó el imperio integrado por los reinos y territorios de Castilla, Aragón, Navarra, el Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, Orán, Túnez, toda la América descubierta y Filipinas. A estos vastos territorios se le unió Portugal y su imperio afroasiático en 1580. Con Felipe II (1556-1598) la hegemonía española llega a su apogeo.
Carlos I había cedido en su abdicación a su hermano Fernando el Imperio Alemán y las posesiones de los Habsburgo  en Austria. En adelante, dos ramas de la misma dinastía gobernarán en Madrid y Viena. Tras viajar por Italia, los Países Bajos. Felipe II se asentó en la nueva capital, Madrid, desde donde gobernó con plena dedicación su enorme imperio. A diferencia de lo que ocurrió con su padre Carlos I, con Felipe II el centro de gravedad del Imperio se asentó en la península, especialmente en Castilla. La idea de la unidad religiosa marcó la política de Felipe II. No dudó en intervenir ante la amenaza de las incursiones berberiscas y turcas en las costas mediterráneas. Felipe II obtuvo una gran victoria, aunque no la definitiva, en la batalla de Lepanto en 1571. En el interior peninsular el monarca reprimió duramente las sublevaciones moriscas como, por ejemplo, en las Alpujarras granadinas.
En Europa se enfrentó con Francia por el control de Italia (Nápoles y el Milanesado). La paz en Cateau-Cambrésis en 1559 fue favorable a los intereses españoles en la península italiana.

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María Tudor, I de Inglaterra
Tras la muerte de su esposa María Tudor, las relaciones se hicieron cada vez más hostiles con Inglaterra, que apoyaba a los rebeldes protestantes en los Países Bajos. El intento de invadir la isla en 1588 con la Armada Invencible acabó con un gran fracaso que inició el declive del poder naval español en el Atlántico. Felipe II no pudo acabar tampoco con el conflicto político (mayor autonomía)  y religioso (revuelta calvinista) generado en los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores pudieron impedir que la rebelión se asentara y llevará finalmente en el siglo XVII  a la independencia de las Provincias Unidas (actuales Países Bajos). 
Uno de sus mayores triunfos fue conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar, tras morir sin descendencia el rey portugués Sebastián.

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Erasmo de Rotterdam


En lo referente a las mentalidades, España vivió en este siglo el paso de una cultura humanista, influenciada por gentes como Erasmo de Rotterdam, que defendía una cierta tolerancia, a una cultura intolerante y represiva que tendrá su mayor concreción en el ideario del Concilio de Trento y en la labor de la Inquisición.
La creación literaria estuvo fuertemente sujeta a la censura religiosa. La Inquisición se encargó de la represión y en 1559 el inquisidor general Valdés publicó el “Índice de libros prohibidos”. Prohibiendo muchas obras clave del siglo.



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Inés de Suárez
Inés de Suárez nació en la ciudad extremeña de Plasencia en el año 1507 donde creció con su padre, un artesano ebanista, y su madre, costurera. De su período infantil poco se conoce de ella, salvo que aprendió de su madre el oficio de costurera.
En 1526, sin haber cumplido los veinte años, Inés se casaba por primera vez con Juan de Málaga, un aventurero enfrascado en la conquista de América. Al poco tiempo de haber contraído matrimonio, su esposo partió al nuevo continente donde permaneció casi diez años. Mientras tanto, Inés tuvo que esperar pacientemente hasta que en 1537 consiguió una licencia real para viajar a América en busca de su marido. Lo que encontró Inés fue la triste noticia de su fallecimiento en la Batalla de las Salinas, un conflicto que enfrentó a los conquistadores Pizarro y Almagro por la ciudad de Cuzco.
La joven se encontró entonces viuda, en una tierra desconocida y con unas tierras en Cuzco recibidas como compensación al fallecimiento de su esposo. Fue en su nuevo hogar donde Inés conocería a Pedro de Valdivia, un aventurero como su marido con el que entabló una relación tan estrecha que terminaron convirtiéndose en amantes, mientras la esposa de Valdivia, Marina Ortiz de Gaete, esperaba pacientemente en el otro lado del océano como Inés hiciera unos años antes.

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Cuando a finales del año 1539 Pedro de Valdivia inició su expedición a Chile, Inés no dudó en acompañarlo previa autorización del explorador Francisco Pizarro. Inés viajaría como sirvienta de Pedro para no escandalizar a la iglesia. Desde el primer momento Inés se ganó el respeto y la estima de los miembros de la expedición.
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Pedro de Valdivia
La principal ocupación de Inés durante las refriegas y enfrentamientos con los caciques locales fue la de asistir a los heridos y a las tropas. Pero Inés no se quedó en la retaguardia sino que decidió intervenir cuando la situación parecía desesperada. La joven planteó a los conquistadores españoles decapitar a los siete caciques (término con el que se designaba a los jefes de las comunidades taínas de las Antillas.) que habían conseguido capturar y lanzar sus cabezas a los enemigos para amedrentar sus ánimos. A pesar de que los hombres al mando se negaron pensando que podrían utilizarlos como moneda de cambio, ella no lo dudó y ejecutó su plan con sus propias manos. La terrible decisión tuvo el efecto deseado.
Inés y Pedro de Valdivia mantuvieron una relación que se alargó más de diez años. Aun así, ni la iglesia ni el virrey aceptaron aquella situación y obligaron a Pedro a traer a su esposa y a casar a su amante con algún hombre de su confianza.

El elegido fue Rodrigo de Quiroga, uno de sus mejores capitanes, con el que terminaría sus días.
La vida de Inés, quien no pudo tener hijos, se tornó entonces en una existencia tranquila dedicada a las obras de piedad. Las más destacadas fueron su contribución a la construcción del templo de la Merced y la ermita de Montserrat en Santiago de Chile, ciudad en la que murió en el año 1580.

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Rodrigo de Quiroga

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Inés del alma mía, de Isabel Allende
La presencia femenina en el proceso de conquista y colonización de la América hispana, aunque presente de varias fuentes histórica, se ha escapado al interés de los investigadores.
Inés de Suárez pasó a la historia no sólo por ser una de las fundadoras de Santiago de Chile junto al conquistador Pedro Valdivia sino porque fue una de las primeras mujeres en participar en alguna conquista de manera directa. Destacó por su valentía y su ímpetu, pero la historia cuenta también que por su crueldad tras el asalto a Santiago dirigido por Michimalonco en 1541, donde hizo decapitar a siete indígenas prisioneros para asustar a los atacantes.
Además, Inés de Suárez jugó un papel fundamental en la conquista socorriendo a los miembros de la expedición heridos y salvando varias veces a la expedición entera de morir de deshidratación. Ésto se ve reflejado en un párrafo de la novela de Isabel Allende:  Inés del alma mía


-Capitán, id a decirle a don Benito que me mande gente con picos y palas- lo interrumpí
-¿Picos y palas?- repitió, atónito
-Y decidle, por favor, que me me traiga también unas tinajas y varios soldados armados
Rodrigo de Quiroga partió para avisar a don Benito de que yo estaba mucho peor de lo que suponían, pero Valdivia lo oyó, y lleno de esperanza, le ordenó al maestre de campo que me facilitaran lo que pedía. Poco después había seis indios cavando (...) Al fondo la arena estaba oscura. De repente, uno de los indios profirió un grito ronco y vimos que empezaba a juntarse agua.   

Fue considerada entre sus compañeros de viaje, según Tomás Thayer Ojeda,como “una mujer de extraordinario arrojo y lealtad, discreta, sensata y bondadosa, y disfrutaba de una gran estima entre los conquistadores”.

Como ya he nombrado antes, Inés del alma mía es la historia novelada de esta mujer por parte de otra mujer, una de las escritoras más reconocidas de latinoamérica, Isabel Allende. La novela se inicia en los últimos momentos de la vida de Inés Suárez.
 La novela está narrada en primera persona. Es la propia Inés la que nos expone no sólo los hechos, también sus pensamientos, sus sueños, sus anhelos. Inés nos narra su propia historia y también la de muchos hombres y mujeres que se adentraron en un mundo que no les pertenecía pero que creyeron suyo por derecho de conquista.  

"Las mujeres con temple ponen en peligro el desequilibrio del mundo, que favorece a los hombres, por eso se ensañan en vejarlas y destruirlas. Pero son como las cucarachas: aplastan a una y salen más por los rincones"

Además, la vida de Inés Suárez es narrada en una serie de televisión latinoamericana donde se cuenta su vida y se reflejan los distintos episodios acontecidos durante la conquista.
Aquí dejo un pequeño fragmento de la serie


Otros enlaces:
Instagram de Inés de Suárez: inesdesuarez_16

BIBLIOGRAFÍA





Veneranda Manzano